Tengo que reconocer que uno de los temas más complicados de cara a ayudar a las personas es (aparte de la soledad) la falta de ilusión, ya que esta carencia puede ser por diversos motivos. La ilusión está unida a emociones positivas, a ganas de hacer cosas, a un cierto punto de alegría, por lo que la falta de ésta nos hace estar más apáticos, o un tanto más decaídos, irritables y sin poder disfrutar, entre otros aspectos.
A continuación trataré este tema brevemente sin comentar patologías concretas, acontecimientos vitales traumáticos o procesos de duelo que expliquen esta falta de ilusión (muerte de un ser querido, despidos, fracasos sentimentales, etc.)
De las primeras preguntas que podemos hacernos es ¿qué nos impulsa a actuar?“, ¿Es un tema de motivación?, ¿Es algo innato en la persona?, ¿Es cuestión de experiencia y aprendizaje?. Esta pregunta es ampliamente contestada en el ámbito de la psicología y por diversas corrientes que dan su versión del “por qué”, pero qué duda cabe que la ilusión por una meta a conseguir, o por alguien, es un gran factor de movimiento vital.
Puede que estemos con todo lo que siempre hemos querido en nuestra vida (casa, pareja, trabajo, vehículo, hijos, soledad, tranquilidad…) y sin embargo sentimos que no acabamos de estar bien, no es que nos falte algo es que simplemente no sabemos por qué pero estamos desmotivados o desganados, como sin ilusión por el día a día, aunque todo esté bien. Entonces ¿qué ocurre?.
Van apareciendo sensaciones de vacío (algo me falta), aburrimiento o falta de interés, lo cual afecta a las relaciones sociales, de pareja, laborales o de estudios. La falta de ilusión no tiene que ir unida a baja autoestima, podemos sentirnos más que importantes con nosotros mismos pero aún así sentir que algo nos falta.
¿Cómo puedo hacer frente a esto si no sé por qué me pasa?
Hemos de realizar un importante trabajo de introspección, esto es, mirar dentro de uno mismo y rebuscar las posibles causas (es aconsejable escribirlas en un papel). Quizás no estemos conformes con el tipo de vida que llevamos (aunque estemos convencidos que es la que debemos llevar), o con las relaciones de amistad o de pareja que tenemos, pero no nos damos cuenta de ello o no queremos admitirlo.
Quizás no hayamos encontrado un hobby o no realizamos cosas que realmente nos satisfagan (recuerda que siempre es buen momento para aprender algo nuevo, por difícil que parezca); quizás no nos hemos parado nunca a pensar en nosotros mismos (lo que queremos, lo que nos gusta) sin que nadie ni nada nos diga cómo deben ser las cosas…
En ocasiones, es interesante analizar esto para, al menos, poder detectar en parte por qué estamos con este estado de ánimo tan bajo. Lo siguiente sería proponernos metas nuevas en cualquier área de la vida (personal, familiar, de amistad, laboral…) o incluir algunas cosas diferentes que nos den un poco más de aire.
Está claro que la solución no es fácil pero, a veces, es cuestión de planteárnosla y hacer algo al respecto.